Cada vez se acerca más el término de obra del Puente Chacao, una estructura que unirá la Isla Grande de Chiloé con el continente y que ha traído consigo innumerables debates entre quienes residen en la provincia. En una encuesta realizada para este reportaje, el 53,8 por ciento de los participantes expresó preocupación por la posible pérdida de su identidad cultural como consecuencia de este proyecto.
La insularidad ha jugado un rol muy importante para su identidad cultural, ya que las características geográficas del lugar condicionan las formas de vivir. Es así como, poco a poco, crean sistemas y adoptan costumbres, alimentos y saberes que, en su conjunto, conocemos como cultura. Con el paso del tiempo, y el surgimiento de nuevas generaciones, esta se traspasa y comienza a florecer su identidad cultural o “sentido de pertenencia”. “El ambiente donde vivimos nos hace sentir parte de un “algo”, que es el mar, estar entre las islas. La ruralidad y la insularidad son parte del sentido de pertenencia de los chilotes”, comenta Pía Santibáñez, antropóloga con Magíster en Patrimonio Cultural y chilota.
La naturaleza y la identidad cultural
La lluvia, el mar, la madera, la mitología y la comida, son algunas de las características y costumbres que hasta el día de hoy se mantienen en el archipiélago. Tan solo la preparación de un típico curanto, deja en descubierto gran parte de la influencia que la insularidad y ruralidad tiene en su identidad cultural: cocinar directamente en la tierra los frutos que el mar y el campo les pueden entregar. Mariscos, carne de cerdo ahumada con la madera de sus bosques, corderos criados en sus tierras, longanizas, chapalele y milcao en base a la papa de sus campos, entre tantas otros ingredientes que se le pueden agregar a esta preparación. Y, todo esto, abrazado por grandes hojas de nalca, las cuales crecen en abundancia gracias al clima húmedo de la isla.
Algunas fotografías son gentileza de Joselyn Gómez Chodil, fotógrafa del Centro de Estudios Sociales de Chiloé (CESCH). Su trabajo se centra en el rescate de la cultura y la búsqueda de la identidad.
Iglesias, tejuelas y el calor hogareño al amparo de la leña, son parte de la identidad cultural chilota entregada por su insularidad. Gracias a su condición climática, la provincia ha sido el hogar perfecto para el crecimiento de frondosos bosques de coihues, arrayanes, robles, alerces y una variada cantidad de especies, permitiendo con esto, construir sus hogares, calentarlos, fabricar sus botes de pesca y levantar con mingas los templos que hoy se han transformado en un patrimonio cultural.
Al mismo tiempo, sus extensos campos albergan y cuidan su ganado bovino y ovino, siendo este último, una fuente de lana esencial para cubrir sus cuerpos del frío insular: guantes, mantas, polainas, pantuflas, chalecos, ponchos y gorros son algunas de las prendas que desde el siglo XVI han acompañado a los isleños y una compra obligatoria para sus visitantes.
Según recita una de las colecciones digitales del Museo Regional de Ancud, “Tradición textil y uso del quelgo en Chiloé” en 1646, el navegante holandés, Hendrick Brower, escribió: “Estos habitantes de Chiloé hacen y tejen los géneros para sus vestidos, y son sobre todo las mujeres las que se ocupan de este trabajo, las que siempre llevan consigo su telar (que se arma fácilmente) para no quedar ociosas“.
Y, así como la naturaleza enriquece la existencia y la cultura del ser humano, también la falta de ella puede causar un cambio. Hay quienes hablan de un puente extractivista y temen que sea el acceso fácil para un saqueo natural. La deforestación de bosques nativos puede terminar con las construcciones en madera, tejuelas y la vida alrededor del fuego. Lo mismo ocurre con recursos como el pompón, un musgo que funciona como reservorio hídrico y su explotación genera poca capacidad de retención de agua y, con ello, sequía. De esta forma, se arraiga el miedo de que la alteración de la naturaleza traiga consigo un cambio en su identidad cultural.
La puerta al cambio de la cultura chilota
Con la unión artificial entre la Isla Grande de Chiloé y el continente, hay quienes se preocupan por perder su insularidad como tal. Juan Carlos Viveros, cofundador de la agrupación Defendamos Chiloé, es uno de ellos y asegura que “cuando tú le pones un puente a una isla, deja de ser isla (…) pasas a ser una península”. Asimismo, el Lonko Juan Llancabure, de la localidad de Queilen, expresa que “estamos súper bien siendo isla, con este puente nosotros vamos a dejar de serlo”. Sin embargo, para José Ramírez, geógrafo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, “Chiloé sigue siendo una isla, porque sigue siendo una porción de tierra, de cierto tamaño, que está completamente rodeada por agua”, afirma.
No obstante, el miedo de quienes protegen su insularidad e identidad cultural sigue estando presente. El Puente Chacao facilitará el acceso y bajará considerablemente los tiempos de entrada y salida de la Isla, invitando a nuevos habitantes, y con ello, nuevas costumbres. Situación que no es nueva para la provincia.
Entre 1921 y 1973, de la mano de las gestiones estatales, se introdujo el salmón coho y plateado a lagos y ríos del archipiélago, y con ello, uno de los choques culturales más importantes en la isla. Pero la industria no llegó sola, sino con trabajadores provenientes de Chile continental y, especialmente, desde Santiago, quienes se asentaron con nuevas ideas y costumbres. “Fue un cambio sustancial, ya que las mujeres tuvieron que salir a trabajar, principalmente en las salmoneras, y empezó el tema de la plata. Todo lo tradicional se dejó de lado y hoy en día hay una generación chilota que ya no trabaja en eso, porque están acostumbrados a trabajar en las salmoneras”, comenta la antropóloga.
Una esperanza para la identidad cultural
Por definición, las culturas son dinámicas, sin embargo, eso no quiere decir que no se puedan mantener vivas las costumbres y tradiciones. Para Pía Santibáñez, es tarea de la sociedad civil conservar su cultura, pensar en lo que se puede o no transar y “hacer una puesta en valor de nuestro patrimonio insular”, porque, si bien una estructura como el puente no la va a romper, sí la puede debilitar. En este sentido, la existencia de los variados patrimonios del archipiélago son un gran aliado para combatir una forma de habitar que se ve amenazada, como la insularidad, ya que en ellos se rescata la memoria y persiste la identidad cultural de los chilotes.
Por otra parte, Luis Guillermo Hurtado, encargado de planificación del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur) Los Lagos, hace referencia a esta problemática y explica que el turismo “pretende poner en valor las costumbres y tradiciones”, a pesar de la construcción del Puente Chacao.
Además, desde Consorcio Puente Chacao, empresa encargada de la construcción de esta obra, aseguran que se destinarán $1.500 millones para el patrimonio y la cultura, monto que se encuentra bajo la custodia de la unidad ejecutora Puente Chacao y un encargado de medioambiente y territorio. Al día de hoy, los fondos no tienen un destino claro, y no lo tendrán hasta el segundo semestre de 2022, ya que actualmente se encuentran en etapa de consultoría. “Trabajamos en una consultoría de cultura que realice un levantamiento del estado del arte de las manifestaciones culturales en la isla de Chiloé, Maullín y Calbuco. Con esta información se trabajará en la creación de bases concursables para la adjudicación de fondos de cultura“, explica Luis Fernando Herrera, ingeniero de la unidad ejecutora.